Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

miércoles, 7 de febrero de 2018

Hieres



Creo que nací desolada de todo, como si un todo fuese algo. Quizás no había llegado la hora en que pude ver la luz insensata, que a veces quema, mis ojos. Ellos fueron a la guerra y volvieron, eran jóvenes niños que lloraban por las noches frías de huesos helados y tempestades de obuses estallando sobre sus hombros.

¿Porqué no puedo pensar otra cosa, que no sea quien soy?. Tengo las manos atadas. No puedo retener lo que amo. Como si en verdad un absurdo maleficio se hubiera posado sobre mi cabeza. Un maleficio con ganas de arrebatar mis pensamientos. Lo que amo. 

Como si fuera una espectadora amordazada, que ríe y grita, y se carcajea. Pero despoblada de lo que amo.

Yo hubiera preferido ir a frente, como esos jóvenes, y así no tener que pensar más que en obuses, obuses...

Pero crecí, pero fui madre. Pero me queda saber la verdad. 

Se me clava un puñal, hoy, y otro día también... sangro abundantemente. Sin que nadie perciba eso.

No quiero parecer tan desproporcionada que soy ante todo. No puedo alejarme de mi pozo hambriento, porque la raíces no son lo suficientemente fuertes como para asirme y salir al trote. 

Es difícil eso, salir al deslumbrante lago. Y cubrir el rostro con un sombrero de tanta luz. 

Ella dijo: Ser señorita. Ser buena. 

Ellos dijeron: Está loca. 

Él dijo: Aquí te quiero una señora seria, una señora sin pájaros en la cabeza. 

Me he sentido undida en el barro. Tantas veces. Qué desolador es ver que me robaron los churretes en la cara, que me quitaron el columpio. Y las amigdalas, como si hubieran violado todo mi cuerpo.

Es verdaderamente escaso de inspiración cuando me despierto cada día y no me veo, porque el espejo me ha olvidado. Yo quería ser no más que un ser vivo sin riendas, y con mucho miedo, pero sin riendas.

Y si me paro a mirar, es un tiovivo, y aquel caballito era el mio, el azul. Es un recuerdo que no para de dar vueltas, como cuando en la hierba, mirando al cielo y cambiando el sentido y la orientación, con el leve movimiento de un cuerpo pequeño y feliz.  



 



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